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La naturaleza de Islandia es primitiva, casi indomable. Parecería que recorrer la isla en carretera es una bobada. ¡En absoluto! Anótate esta palabra: Hringvegur. Vale, casi mejor en inglés: Ring Road, la carretera circular que le da la vuelta al país a lo largo de 1300 kilómetros. Voy a contarte cómo fue nuestra aventura de 48 horas a través de esta ruta.

Cuando abro la puerta de la caravana, un olor a huevos podridos me golpea en toda la cara. Hasta la propia Reikiavik llegan los vapores volcánicos. Estoy en un aparcamiento, el sol aún sigue bajo, y desde la tarde tenemos un plan: mi compañero de viaje Ralf y yo queremos darle la vuelta a Islandia. Pero no es tan sencillo. La Ring Road o carretera circular 1 tiene 1332 kilómetros, algunos de los cuales no pasan de de ser un camino de grava, y la queremos atravesar de punta a cabo en 48 horas. Y es que en dos días tenemos que seguir volando hasta Estados Unidos; Islandia es una escala que queremos aprovechar.

Nos hemos propuesto ver todo lo que podamos de la mayor isla volcánica del mundo. Por eso nos decidimos por lo turísticamente más obvio: el Golden Circle, la pequeña carretera circular, por así decirlo. En las cercanías de Reikiavik se encuentra casi todo lo característico de Islandia. Si algo torpedea nuestra apretada agenda, siempre podemos correr hacia el aeropuerto desde allí.

Paísajes increíbles perfectos para rutas © Doin/Shutterstock.com

Partimos. La primera etapa es Almannagjá, traducible como «la garganta de todos los hombres». Aquí se encuentran las placas continentales euroasiática y americana. La zona no solo es interesante desde el punto de vista geológico, sino también político. En la cercana Thingvellir se reunió el primer parlamento islandés nada menos que en el siglo X.

La siguiente parada de nuestra ruta circular es el valle de Haukadalur, donde el olor a azufre vuelve a cobrar dimensiones dramáticas. Nos encontramos en una pedregosa depresión salpicada de líquenes y musgo por la que se abren paso pequeños arroyuelos. De repente, a cinco minutos a pie del lugar en el que hemos estacionado el vehículo, escuchamos el primer alboroto.

© dmitry_islentev/Shutterstock.com

En ese mismo momento se levanta al cielo una columna de agua. Tenemos el Strokkur a la vista, el géiser más activo de la isla, que regularmente escupe un ardiente chorro de agua y vapor de entre 20 y 30 metros de altura.

Gullfoss, la famosa “catarata dorada“ © Israel Hervas Bengochea/Shutterstock.com

Solo cinco minutos de coche después nos espera otra bruma de agua pulverizada: es Gullfoss, la «catarata dorada». Su nombre está envuelto en míticas leyendas. Al parecer, hace mucho tiempo, un campesino sumergió en sus aguas un cofre lleno de oro. Pasamos de largo junto a la Laguna Azul, donde podríamos habernos dado el primer baño. Pero es que suele haber mucha gente, así que señalamos en el mapa su menos conocida hermana, la Laguna Verde, hacia el norte.

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Después de una breve vuelta de honor, tenemos ante nosotros un buen trayecto. Pasado Selfoss volvemos a tomar la carretera circular. Hemos decidido hacer la ruta en el sentido contrario a las agujas del reloj, y conducimos 300 kilómetros a lo largo de la costa entre fantásticos paisajes de escarpadas laderas basálticas. Pronto oscurece, pero la luna llena cubre todo de una luz irreal, incluido el gigantesco valle glaciar frente al que decidimos por fin aparcar echándonos a un lado de la carretera. Dejamos encendida la calefacción.

La primera ruta serpentea por Islandia y recorre paisajes inolvidables © Stefan Weißenborn

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Si hubiéramos sabido dónde habíamos aparcado, nos habrían asaltado espantosas pesadillas apocalípticas. Y es que justo por allí, donde descansa nuestra Renault, una avalancha de agua glaciar derretida lo arrastró todo en 1996 tras la erupción de un volcán en Vatnajökull. Prueba de aquello son las vigas dobladas de acero de un antiguo puente que descubrimos justo al lado de nosotros con la luz del amanecer.

Skeiðarársandurs © Laurent Deschodt/Wikipedia.org

Con catastróficas imágenes en la mente, el baldío de Skeiðarársandurs, el helado «sandur» o planicie sedimentaria del sur, tampoco nos resulta muy tranquilizador. Grandes pedruscos, riachuelos, musgo y líquenes cenicientos hasta donde la vista alcanza. No es casualidad que por este inhóspito páramo discurra el último tramo que se construyó de la carretera circular, allá por los años setenta.

© Stefan Weißenborn

Sin desayuno en el estómago arrancamos de nuevo el motor y en solo media hora llegamos a la laguna glaciar de Jökulsárlón. Por poco nos la pasamos. Un vistazo al navegador nos lo reveló: detrás de la presa que discurre a la izquierda de la carretera hay un lago. Paramos y escalamos el muro que corre en paralelo a la calzada y, al otro lado, nos encontramos con un magnífico paisaje. El cielo es de un azul acerado, y sobre la superficie lisa del agua flotan los icebergs. La estampa se recorta sobre el fondo de la enorme lengua curvada de un glaciar. El ruido de primer barco turístico de la mañana rompe el silencio.

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Bajamos del muro y nos metemos en la caravana para, en solo un par de minutos, volver a desencajar las mandíbulas de admiración. Ante nosotros se extiende un auténtico parque escultórico: la playa a nuestra derecha es negra, de basalto molido. Está repleta de trozos de hielo, algunos del tamaño de una canica, otros como un contenedor de grandes. Sobre el río que conecta la laguna con el océano se deslizan con majestuosa lentitud los helados refuerzos que alimentan este gélido decorado. Por suerte para nosotros brilla el sol, algo poco habitual en el otoño islandés. Los trozos de hielo brillan en todos los tonos imaginables de azul turquesa. Mientras seguimos conduciendo llega el medio día.

Una opción apta solo para los amantes de la carne © ariiet/Shutterstock.com

El hambre nos aguijonea las entrañas. Afortunadamente solo nos queda una hora hasta la siguiente parada, la villa pesquera de Hofn, en la costa sudeste. En el restaurante Kaffi Hornid nos zampamos una hamburguesa de carne de reno con patatas fritas. En seguida tenemos que volver a ponernos en marcha. Hasta Mývatn, en la norteña meseta central, aún nos quedan 360 kilómetros por la carretera circular. La Laguna Verde, los baños naturales de Mývatn, cierran a las 21:30, así que todavía tenemos siete horas de margen. Hasta ahora la carretera ha estado bastante bien.

Una caravana alquilada en www.boardingcompleted.me © Stefan Weissenborn

Alojamiento en Hofn desde 52 €

La costa oriental de Islandia, que ahora podemos contemplar a nuestra derecha, tiene forma dentada por sus numerosos fiordos. Este tramo de la Ring Road puede poner nerviosos a los conductores acostumbrados a carreteras bien asfaltadas, precisamente nuestro caso. Además, al día siguiente parte nuestro vuelo hacia América. Pero somos viajeros de casta, así que lo que prima es el asombro al admirar los espectaculares brazos de mar con los que está trazada la costa. Las gigantescas montañas a nuestra izquierda parecen obra de un creador aficionado a la geometría.

Pirámides de basalto y afiladísimas aristas que se recortan contra un cielo que, poco a poco, se vuelve de un profundo azul oscuro. Parece que lo estamos consiguiendo, pero no del todo: el Berufjörður, con sus 35 kilómetros de largo, queda detrás de nosotros, pero cuando alcanzamos los 600 metros de la meseta central de Islandia, el termómetro se desploma por debajo de los cero grados y un remolino de nieve comienza a bailar delante del parabrisas. Aquí se termina el asfalto y volvemos a conducir entre sacudidas sobre la grava… hasta que finalmente se hace de noche. Son sobre las siete y media de la tarde.

© Sylvia Adams/Shutterstock.com

El olor sulfuroso vuelve a meterse en la caravana. Es una buena señal, porque cuando se eleva ese tufo, los manantiales de aguas termales no pueden estar muy lejos. Atisbamos unas columnas de humo que refulgen en tono anaranjado. Provienen de las solfataras, algo así como pequeños volcanes, colinas rocosas por las que la zona más activa de Islandia expulsa sus ardientes vapores. Un cartel refleja la luz de los faros de la caravana: Mývatn Nature Bath. Justo antes de aparcar, un ratón atraviesa la calle, el primer ser vivo con el que nos cruzamos en horas.

© Stefan Weissenborn

Hoteles en Myvatn desde 60 €

Entonces casi nos quemamos los pies. La cuenca pedregosa de la Laguna Verde está tan caliente que duele. Pero el alivio es bien grande, la fría temperatura exterior sube y baja en la cálida laguna de color verde pastel mientras las nubes vuelven a formarse sobre el cielo negro. Nos quedamos contemplándola una buena media hora hasta que las luces se apagan. Son las 21:30 y aún tenemos que conducir 100 kilómetros hasta Akureyri.

Vista de la ciudad de Akureyri © Zephyr_p/Shutterstock.com

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Hemos elegido la ciudad más grande del norte para pasar nuestra segunda y última noche en Islandia. El motivo es que aquí tienen muy buena cerveza, de nombre Einstök, fabricada en la propia ciudad. Sobre la media noche vemos al fin las luces de la localidad, un espectáculo casi desconcertante después de todo un día de sobredosis paisajística islandesa. En la oscuridad, sobre el borde occidental de un gran fiordo orientado hacia el norte en dirección a Groenlandia, aparece Akureyri como un gigante marino varado sobre la playa. El aparcamiento público del centro de la ciudad nos servirá como refugio para pasar la noche.

Aún tenemos algo de reno en el estómago, así que nos dirigimos directamente a la barra de un bar. Enseguida vemos fluir la Toasted Porter de barril, una cerveza negra con cierto aroma a café, muy al gusto cafetero tan propio de los países escandinavos. Hay que decir que los islandeses no se lo montan nada mal cuando se trata de ir de marcha. Lo que parece claro es que la edad no supone ningún problema si pretendes salir de juerga hasta las tantas, lo cual deducimos contemplando el ambientillo intergeneracional que reina en el bar.

Una paisjae imposible de olvidar © Anders Jildén/Unsplash.com

El día siguiente comienza con prisas, porque debemos estar en el aeropuerto sobre las 14:00, y antes hay que devolver el coche y montarnos en la lanzadera que nos llevará hasta el aeropuerto de Keflavik, un trayecto de unos 45 minutos. Según el navegador son cuatro horas de viaje desde la ciudad del norte hasta la capital, así que conducimos del tirón haciendo una única parada en una gasolinera para tomar café y perritos calientes.

Todavía estamos a unos 400 metros sobre el nivel del mar, hay cuatro grados bajo cero y una quitanieves nos retrasa. Lo que viene a continuación es una árida estepa salpicada de algunos pradillos verdes por donde pululan las ovejas. Atravesamos zonas de tundra y campos de lava cristalizada por los que la carretera serpentea como la decoración de azúcar de un bizcocho.

Cuando entramos en el patio de la empresa de alquiler de vehículos, el registro del cuentakilómetros marca 1600. Sobre las 16:30 nos sentamos por fin en el avión y recapitulamos: ¿Recorrer Islandia en 48 horas? Es una locura, pero se puede hacer. Un consejo, porque el viaje tiene algo de expedición: no ha sido ningún problema que nuestra caravana no tuviera ducha, porque en Islandia, igual que los hot pots, las famosas fuentes termales, las piscinas permanecen abiertas durante todo el año.

Consejos de viaje para Islandia

  • Cómo llegar: puedes encontrar vuelos a Islandia desde 140 € ida y vuelta. Las aerolíneas que ofrecen esta ruta directa son Norwegian, Vueling, Icelandair, Iberia, Primera Air Nordic y WOW Air.
  • Alojamiento en Reikiavik desde 18 €.
  • Coches de alquiler: puedes encontrar una gran variedad de coches de alquiler (desde 31 € al día) aquí. Si quieres alquilar una caravana, visita campeasy.iskukucampers.is. A la hora de contratar el seguro, comprueba que estén incluidos los gastos por daños en pistas de tierra.

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  • Ruta:  la ring Road 1 tiene 1332 km de largo y no está asfaltada en la parte noreste. A las afueras de la ciudad, la velocidad máxima permitida es 90 km/h en carretera y 80 km/h en pistas. En www.road.is puedes encontrar información sobre el estado de las carreteras. Aquí está estrictamente prohibido conducir bajo lso efectos de alcohol y la tasa límite es cero.
  • Más información para tu visita: visiticeland.com

 

Nota: los precios se basan en búsquedas realizadas en KAYAK.es el 30/05/2017. Los precios son para un vuelo de ida y vuelta en clase económica. Los precios de los hoteles son por noche para una habitación doble con impuestos y tasas incluidos. Los precios mostrados están en EUR. Los precios están sujetos a cambios, pueden variar o no estar disponibles.

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