La tensión de la rutina diaria nos puede dejar agotados o de mal genio. A veces lo único que necesitamos son unas buenas vacaciones; encontrar nuestro «lugar feliz», un rincón alejado del mundo. Pensando en eso, te proponemos 7 islas perfectas para recargar las pilas y volver a ver la vida con otros ojos.
Isla Fraser, Australia – Océano Pacífico
La isla de arena más grande del mundo es la isla Fraser, en la costa oeste de Queensland, y su superficie es al menos tres veces más grande que la de Madrid. Pero en lugar de tráfico y contaminación, encontrarás 120 km de arena inmejorable para tomar el sol.
Una de sus particularidades es la «playa de las 75 millas», que forma parte de la red de carreteras de Australia. Antes de ser Fraser, la isla era conocida como K’gari o «Paraíso» en el lenguaje de los aborígenes. El nombre no podría ser más apropiado para un lugar en el que encontrarás sitios como el impresionante lago McKensie, una verdadera joya de arena blanca y agua transparente. Date un baño de tranquilidad en esta isla que, sin duda, es lo más cercano a la perfección.
Los aborígenes la llamaban K’gari o «Paraíso». ©Benedikt Juerges/Shutterstock.com
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No hace falta más que un corto paseo en barco desde Papeete (Tahití) para llegar a esta maravilla de isla. Una vez en Moorea puedes alquilar una vespa y lanzarte a una aventura única (aunque muy breve). En unas seis horas puedes recorrer los 60 kilómetros de carretera que da la vuelta al atolón, admirando las increíbles formaciones rocosas y el mar azul. ¡Un sueño para los amantes de las islas!
Pasarás por granjas de perlas y clubs exclusivos, sí, pero no hay nada como dejar atrás todos los lujos y tomar un descanso en alguna de las playas del noreste de la isla. Si tienes el equipo de esnórquel a la mano, aprovecha para ver los arrecifes de coral y nadar entre miles de peces. Los más arriesgados pueden adentrarse más y quizás toparse con tiburones.
Paisajes de postal te esperan en Moorea ©Marco Rubino/Shutterstock.com
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¿Qué más se puede pedir en esta vida que kilómetros de arena, una palmera y el mar azul turquesa de fondo? En el Archipiélago de San Blas, Panamá, podrás elegir entre 350 islas en las que a nadie le molestaría naufragar.
Llegar a la isla de tus sueños, sin embargo, puede resultar un tanto laborioso. Deberás viajar en viejos barcos de motor, pero una vez ahí estarás en el mundo de los Kuna, los aborígenes que habitan esparcidos este paraíso desde el siglo xvii. Su hospitalidad es legendaria y puedes encontrar un búngalo con facilidad en la comunidad. También puedes optar por ir de isla en isla en un cayuco, pero elijas lo que elijas, no encontrarás un mejor lugar para recuperar energías.
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Islas Similan, Tailandia – Mar de Andamán
Si quieres visitar este archipiélago, tienes que informarte bien. Las Islas Similan, a unos 120 km al noroeste de de Phuket, cierran entre mayo y octubre durante la época de lluvia para proteger la fauna y la flora. El resto del año deberás pedir un permiso a las autoridades para visitar el parque nacional y adentrarte en esta maravilla natural.
Muchas personas visitan las islas para bucear y lo hacen viajando a bordo de barcos en los que también pueden pasar la noche. El hospedaje es limitado, pero el paisaje es maravilloso y sobre todo si lo que quieres es disfrutar del mundo marino. Los lugares de buceo están entre los mejores del mundo: hay una gran variedad de especies, entre ellos el pez más grande del mundo, el tiburón ballena. Además, las cálidas aguas del lugar son propicias para el crecimiento de coral.
¿Te gustan las aventuras submarinas? Entonces no te pierdas este artículo.
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Santa Helena, Reino Unido – Océano Atlántico
El viaje a Santa Helena es todo lo contrario a un viaje de negocios: el paisaje es espectacular, y por lo general solo se puede llegar en barco postal, partiendo de Ciudad del Cabo y tarda días en llegar. Hay un aeropuerto, pero no está abierto para vuelos comerciales.
En esta isla vivió Napoleón en exilio, y si te interesa la historia puedes visitar su tumba o la Casa de Longwood. Santa Helena también es un lugar ideal para el senderismo: acantilados dramáticos, peñascos, valles, cascadas y muchas especies endémicas. Además, el cielo nocturno en medio del mar es un espectáculo que nunca olvidarás. Y si tienes suerte, quizás te encuentres con un habitante muy especial: la tortuga Jonathan vive en la isla desde hace solo 184 años, y se cree que es uno de los animales más viejos del planeta.
Todo indica que es posible vivir bien en esta isla de ensueño. Después de todo, en 1937 el arqueólogo Thor Heyerdahl intentó vivir en Fatu Hiva con su esposa y vivieron de plantas y hierbas. Lo único que les faltó fue atención médica.
Lo mejor de todo es que incluso hoy no ha llegado la modernidad a este rincón inmaculado de la tierra, como en el resto de los 1600 km que ocupan las Marquesas en medio del Océano Pacífico. Para llegar ahí tendrás que viajar en un barco de carga, pero una vez ahí déjate sorprender por impresionantes monolitos de basalto que parecen salir directamente del mar. Te recomendamos recorrer andando los 16 km que hay entre Omoa y Hanavave, sobre las montañas en la selva. Nada mejor para olvidarse de todo.
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Islas Chelbacheb, Palaos/Micronesia – Océano Pacífico
Entre Filipinas y las islas Fiyi se encuentras las islas Chelbacheb, también conocidas como islas Roca, en Palau, uno de los más increíbles arrecifes del mundo. Las rocas de piedra caliza, cubiertas de vegetación de un verde intenso emergen del mar azul turquesa y contrastan con sus perfectas playas de arena blanca.
Uno de los sitios más increíbles de estas islas es el lago de las Medusas, (Ongeim’l Tketau). Lo mejor de este lago es que puedes bucearlo e incluso tocar las medusas, ya que su veneno no tiene efectos negativos en la piel. Si lo tuyo no es acariciar medusas, entonces puedes practicar esnórquel en el mar que rodea las islas, que cuenta con una variedad de especies que no podrás creer.
Date un merecido descanso en las excepcionales Islas Chelbacheb, en Palaos. ©howamo/Shutterstock.com
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¿Ya has decidido a cuál isla viajar para desconectar?
Texto: Stefan Weißenborn. Traducción: Adriana Acevedo
Headerbild ©TravnikovStudio/Shutterstock.com